MI NARRATIVA

EL PESEBRE

Siempre fue un hombre de escasos medios. En la escuelita rural no logró aprender a leer ni a escribir. Durante su infancia y adolescencia, era habitual que lo trataran como a un idiota. Pero no lo era. Lo supo aquel día que, temblando de amor, anudado por los brazos y piernas suaves de Ella, tuvo clara conciencia de la luz inmortal y sublime que habitaba su cuerpo. Y los meses que convivieron cerca del río y del bosque, fueron tiempos iluminados de éxtasis brillante como el cristal de las estalagmitas cavernarias. Hasta que nació el niño. Un niño redondo y bello como los nísperos rosados. Después no supo exactamente lo que pasó. Cuando trataba de explicarse las cosas volvía a ver esos hombres como soldados avanzando entre humo y metralla, y sentía nuevamente su carne abierta arder de dolor, mientras le arrancaban del regazo, el cadáver de Ella y de su Niño. En ese momento supo que la muerte no existe y encontró consuelo en las palabras del obrero que enderezaba las varas que habían sostenido su choza: "La paz". Por eso no lo sorprendió la luminosa estrella aparecida esa noche mientras miraba la bóveda azul del Gran Sur. Ni cuando Ella bajó con el pequeño en los brazos para acomodarse junto a él, entre las rocas del río y los árboles que tocan el cielo. Luego asomaron unos vecinos con sus animales y la vaca que andaba suelta desde el feroz allanamiento vino a echarse cerca suyo y del burro, que habían dejado tan apaleado como a él. Pero nada podía empañar su felicidad. Casi al amanecer llegaron los Reyes Magos y se acercaron para depositar el oro, la mirra y el incienso. Pero él ya estaba muy cansado y no pudo ni saludarlos. "Lo sucedido es lamentable "- declaró el Senador, abriendo su tabaquera de oro. "Un malentendido" - agregó el Alcalde que traía un atado de hierbas silvestres curativas. "Habrá que erradicar a estos piojosos"- exclamó con voz potente el oscuro Comandante de las Fuerzas Especiales, surgiendo de una nube de gases y de humo.