BIOGRAFÍA

PATRICE A. BLANCO

Pintora argentina dedicada a fusionar el arte con la solidaridad hacia comunidades en alto riesgo.

AUTOBIOGRAFÍA

Con el paso del tiempo perdí las ansias de contarle al mundo en tercera persona todos los caminos que me vieron pasar. Para cumplir con la formalidad de presentarme ante quienes no me conocen, prefiero resumir que nací un 2 de marzo de 1973 en la Provincia de Buenos Aires, Argentina, en las afueras de una localidad de árboles centenarios, calles empedradas, casonas históricas y centros comerciales glamorosos conviviendo con viviendas precarias y calles de tierra, denominada Adrogué. Soy pintora y la manía de escribir y haber publicado algo y ganado algún premio literario, me clasifica también como escritora. Si alguien se interesa en conocer los detalles de mi currículum, fácilmente puede tipear mi nombre en un buscador y acceder a ellos; para demostrar que ya no soy una principiante me basta con decir que expuse en diversos espacios culturales, algunos más sencillos donde la gente abre el corazón de par en par, otros de mayor prestigio junto a grandes maestros; gané algún premio, recibí invitaciones, estudié bastante, etc. Y hasta hoy –un día cualquiera del año 2011- mis pinturas llegaron a 18 países de los cinco continentes.

Los años nos van descascarando como el paso de los días a las cebollas, creo que eso me sucede en esta etapa de la vida.  Las líneas que llenan mi currículum representan desafíos que me he propuesto a lo largo de mi carrera para medirme a mí misma y a los que he accedido con gran tenacidad y esfuerzo – es que necesitaba imperiosamente medir mi capacidad, nací en el seno de una hermosa familia de clase media y fui educada para atender a una familia, cocinar exquisiteces y dedicar la vida a tareas hogareñas, pero claro, nací artista y no pude evitar esta explosión interior que me llevó a buscar estos caminos de colores exóticos-.

Sí tengo ganas de compartir mis sueños, qué impulsos me empujan para seguir pintando irremediablemente. Amo el Arte. Amo la vida. Amo a la humanidad. Siento que crear es una forma de viajar por universos a donde el cuerpo y la materia no pueden llegar. Creo que los artistas somos una especie de obreros que transportan mercancías intangibles desde otros mundos hacia este y para entregar esas cosas que traemos, necesitamos darle una forma física, audible o tangible. Parece una idea descabellada, pero por suerte en el siglo XXI y en este lado del planeta tenemos la libertad de cultivar la filosofía de vida que nos plazca.

Me hace feliz mezclar colores, gastar pinceles, trenzar pensamientos con formas, relieves, texturas. Me conmueve el amor en todas sus facetas, intento amar todo lo que puedo, pero siempre siento que la gente me da mucho más de lo que soy capaz de retribuir, entonces se forma un círculo infinito de querer dar más y agradecer cada día.

Es habitual enumerar los éxitos y las glorias en las biografías, pero realmente conocemos a un ser humano al desnudo cuando sabemos de sus miserias y fracasos. Mi fracaso me persigue cada noche cuando recuesto la cabeza en la almohada y se que hay niños que no tienen almohada, ni cama, ni casa, ni abrigo. Uso toda mi creatividad y de verdad me esfuerzo, y encontré que muchos amigos me tendieron sus manos para multiplicar fuerzas. Pero sigo fracasando en esta meta, aunque me avergüence decirlo.

Creo que logré, en parte, el objetivo de mostrar el corazón palpitante de la cebolla. Ojalá se completara la meta si de alguna forma detonara algún pensamiento positivo, contagiara algún sueño cuando después de soportar estas líneas alguien buscara el mensaje detrás de mis trabajos y de mis desvelos.

No es usual despedirse de quien lee una biografía, pero ya que rompí con todos los esquemas, me despido con afecto deseándote lo mejor y deseando que desees lo mejor para todos los seres que te rodean.