No tengo explicación, tus escritos de alguna manera masturban mis huesos hasta el dolor.
Encuentro sobresaliente ese arrastre a los suburbios impúdicos rodeados de presidios repulsivos que nos habitan.
Ellos, a la luz de la realidad, una vez que son expuestos con la genialidad de tu pluma-bisturí, en su colosal perversidad, cuelgan avemarías y fetiches de todo tipo formando parte del morbo
reflejo de nuestras propias heridas.
Me encantaría, como tú, encontrar también un poema en esos laberintos con aroma-pubis, de lenguas lamiendo metáforas o dedos oxidados por la humedad del inmundo y gigantesco placer.
Me quedo con la impresión de un carroñero, deseoso de penetrar tu selva y engullir tu dolorosa perfidia para limpiar mi propia perversidad.
Derechos Reservados © Monsieur James
En presencia del frescor, descansa yuxtapuesto al atisbo del viento, la lluvia, seduciendo considerablemente más y más la humilde morada.
Detrás de una ventana, canta una inocente chicuela sin conocer, adecuadamente, el
tonillo.
—El techo no resistirá—
—La lluvia, nos cantará su presencia—
Oscila cavilando, que alcanza ser
heredera del alcor, asiéndolo únicamente con sus extremidades.
Examina por el adecuado sucumbir de la voluntad y asume por intento el abandono;
interiormente, la mutación de una sutura hace
antesala el fragor del abolengo.
Contiguo a la anónima balada, velando ciclos por la alborada con fosforescencias de agotado candelero, empieza el temporal.
Corea la lluvia… su húmeda presencia.
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