MI NARRATIVA

LAS MANOS QUE MECEN LAS ESFERAS

Dos enormes esferas. Una al lado de la otra. El paisaje era tan bello que me propuse disfrutarlo como si fuese el último. Deslizaba mis manos apretando apasionadamente las inmensas montañas, suaves, duras y blandas al mismo tiempo. Obras maestras de la naturaleza; globos jugosos con sus respectivas ataduras; naranjas inquietas para ser succionadas y devoradas. Las olía, siempre la olía.

 

 

Su aroma era particular, único y especial para mí. Mi excitación fue mayúscula cuando mis palmas y dedos frotaban en círculo ambas esculturas vivientes. No me importaban si eran originales o les inyectaron alguna goma especial..., eran sublimes y yo desbordaba pasión a borbotones. Estábamos en el probador de una importante tienda mientras dos chavales esperaban su turno para ser atendidos.

 

No era mi problema, llegaron después que yo. Por entre la cortina pude ver a esos dos niños en la góndola de los artículos deportivos apretando y haciendo picar las pelotas de básquetbol. Mientras lo mío con Matilde seguía en ascenso, más bien en descenso, hasta el valle de la perdición. Las grandes pelotas que acariciaba y besaba sin cesar no picaban como las de afuera, pero se hundían en mi rostro enardecido.

 

Los pequeños jugadores deberían esperar que se desocupara la empleada del mes.

 

Derechos Reservados © Jorge Judah Cameron

EL SUCESO

El nivel del mar había descendido varios metros. Las playas eran extensos espacios de arena, rocas y algas diseminadas a través de kilómetros. El suceso permaneció durante varios días alertando a la población, que por cierto entró en pánico, pues el océano se aleja de las costas cuando el peligro de tsunami es inminente. Pero éste no era el caso. Las boyas detectores jamás advirtieron grandes movimientos de agua o sismos con epicentros en el mar.

 

 
Seguramente el fenómeno fue interpretado por algunos países desde las primeras horas, y ocultado. Se trataba de percepción; en realidad las aguas se retiraron o bajaron su nivel porque la masa continental se elevó cientos de metros, formando una cadena montañosa central, dando a luz a cuatro humeantes volcanes que dividió al país de las setenta y seis provincias en dos. Los habitantes de Siam pasaron del terror a la felicidad. Ya no sufrirían más tsunamis, sólo deberían preocuparse por el efecto de los volcanes {...}.

 

Derechos Reservados © Jorge Judah Cameron